viernes, diciembre 15

SAN JUAN DE LA CRUZ



Feliz día
de San Juan de la Cruz
Con frecuencia he contado la historia de aquel monje vedanta de la India, Swami Sidesvarananda, que recibía muchos peregrinos y buscadores que acudían a consultarle para pedir luz en el camino del crecimiento interior y de la sabiduría. Llegaban de muchos sitios del mundo. Cuando aparecía ante él alguien de España, instintivamente preguntaba: ¿Entonces conocerá a Juan de la Cruz? Cuando la respuesta era una mueca de no saber, tantos que siendo paisanos de San Juan de la Cruz nunca han oído hablar de él o solo de nombre, Sidesvarananda respondía invariablemente: “Entonces, amigo/a, vuelve a España, lee a Juan de la Cruz, y luego ven a consultarme a mí”.
Con cuánta frecuencia perdemos la fe en la sabiduría que habita nuestra propia casa y el tesoro escondido en nuestro jardín. Era también un autor japonés, que escribió un libro denunciando a la sociedad japonesa, tan avanzada, tan moderna, que ha perdido la sabiduría de sus antiguos maestros.
En estos tiempos proliferan los animadores de escuelas de orientación y de educación para la interioridad, para aprender a vivir, revelan necesidades urgentes y demandas insatisfechas de hoy y de todos los tiempos, conocemos slogans y palabras luminosas, modernas y amables, incluso para no creyentes… Mindfulness, Coaching, Focusing, Resiliencia, Coliving, Zen, Progga, etc. etc. No hay en mis palabras aquí juicio alguno hacia esos términos, tendencias, escuelas, no pretendo en este momento valorar. Pero sí señalar la fuerza de impacto y de lenguaje, el marketing, la puesta en escena y a pie de calle de algunas realidades que están certeramente expresadas en el corazón de la sabiduría de nuestros místicos.
Hoy celebramos a San Juan de la Cruz, un maestro universal, un sabio desconocido en el terreno de la práctica de la oración, de la interioridad, de la experiencia de Dios… Juan de la Cruz es nuestro hermano mayor, nuestro guía de ciego, nuestro mejor ‘gurú’ (disculpad la palabra), un inmejorable ‘serpa’ de la montaña santa de los secretos de Dios en nuestro interior, un discernidor de la autenticidad de nuestra vivencia de la fe y de la amistad con Dios, maestro de la sospecha de tantas imágenes y proyecciones a las que llamamos Dios o llamamos oración. Juan de la Cruz, en tiempos de Noche y de Crisis, de dispersiones y de pérdidas de sentido, nos relata sus propios descubrimientos sin evitarnos el riesgo de perdernos, de buscar nuestros amores, de reconocer al ciervo herido, vulnerado, en nuestros caminos reales, aquí, en esta tierra aparentemente infecunda, que es la tierra más propicia para dejarnos amar, para dejarnos nacer, para dejarLe nacer.
En una ocasión, siendo yo joven estudiante carmelita, oí decir al padre Maximiliano Herráiz, que Juan de la Cruz había sido ‘hombre de un amor’. La fuerza de ese calificativo tuvo un efecto impactante en mi ánimo. Recogía un anhelo, diría que un ansia interior que perdura con mucha fuerza hasta hoy.
Quiero dar gracias a Dios con todos vosotros, mis hermanos y hermanas, por la vida y la doctrina, por la presencia y la cercanía de Juan de la Cruz en nuestras vidas. Acabo de estar estos días en Úbeda y en Segovia, dos lugares sanjuanistas únicos. He orado por toda la Provincia Ibérica de Santa Teresa, por toda la Orden, por cada una de nuestras comunidades de frailes, monjas y seglares, y le he dicho que nos enseñe, en la noche la luz, en el frío la llama, en la atonía el Cántico, en la herida y la ausencia los amores y al Amante Cristo...
Quiero agradecer a tantos hermanos y hermanas nuestros que nos han regalado durante muchos años la doctrina y la experiencia de Juan de la Cruz, a través del estudio, de la oración y de la pedagogía… Hermanos nuestros que nos han enseñado a amar al Santo de Fontiveros, al ‘Mudejarillo’, al príncipe de los poetas, pero sobre todo al enamorado de Dios.
Quiero recordar al padre Federico Ruiz, que vive en nuestra comunidad de enfermos, con la memoria perdida, siendo cuidado por sus hermanos y alguna amiga religiosa, con afecto maternal, perdida el habla y la conciencia. Quiero recordar palabras suyas, que ahora leo con emoción, pensando que aquel amor callado y desinteresado vive en su alma, hasta el día en que el Señor libere su mente y reconozca que todo ha tenido sentido, que todo ha sido la historia de un amor en el corazón de la noche y la desnudez. Con mucho gusto le doy la palabra al padre Federico, deseando que este día del Santo sea para todos un día de gozo y de luces despertadoras…
“Ahí está Juan de la Cruz vivo y en persona. Ha recibido después de muerto grandes honores: de místico, doctor, poeta, santo, escritor, teólogo. Títulos bien merecidos, laboriosamente conquistados. Con todo, yo sigo viendo al fray Juan de la Cruz vivo, sin títulos académicos y sin canonizar, que lleva la genialidad escondida e inconsciente. Vive entre sus hermanos como cristiano y como carmelita contemplativo, haciendo un poco de todo; en ratos perdidos, también escribe. Juan de la Cruz es un hombre sencillo, bueno, valiente, sensible, inteligente, profundamente religioso.” (Federico Ruiz)
En este camino del Adviento, de la mano de María y de José, nos contagie Juan de la Cruz su bondad, valentía, sensibilidad, inteligencia y religión.
¡FELIZ DÍA DE NUESTRO SANTO PADRE JUAN DE LA CRUZ!
fr. Miguel Marquez ocd
Provincial

jueves, diciembre 7

CORONA DE ADVIENTO




Las cuatro velas suelen ser de los colores que se describen a continuación:
Morado: Representa el espíritu de la vigilia.
Verde: Representa la esperanza.
Rosa: Representa la alegría por la cercanía del nacimiento de Jesús.
Blanco:  Es el color de la presencia luminosa de Dios.
El año litúrgico comienza con el Adviento. Se enciende una de las cuatro velas cada domingo de los cuatro que dura el Adviento, para indicar el camino que se recorre hasta la Navidad. El primer domingo de Adviento una, el segundo dos, y así sucesivamente. El orden de encendido es: morado, verde, rosa y blanco.
Además de ser un elemento decorativo, esta corona anuncia que la Navidad está cerca y debemos prepararnos.
Los cristianos, para prepararnos a la venida de nuestra LUZ y VIDA, la Natividad del Señor, aprovechamos esta "Corona de adviento" como medio para esperar a Cristo y rogarle infunda en nuestras almas su luz.
El círculo es una figura geométrica perfecta que no tiene ni principio ni fin. La corona de adviento tiene forma de círculo para recordarnos que Dios no tiene principio ni fin, reflejando su unidad y eternidad. Nos ayuda también a pensar en los miles de años de espera desde Adán hasta Cristo y en la segunda y definitiva venida; nos conciencia que de Dios venimos y a Él vamos a regresar.
Las ramas verdes de pino o abeto representan que Cristo está vivo entre nosotros, además su color verde nos recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza que debemos cultivar durante el Adviento.
Las manzanas rojas con las que algunas personas adornan la corona, representan los frutos del jardín del Edén, con Adán y Eva, que trajeron el pecado al mundo, pero recibieron también la promesa del Salvador universal.
El lazo rojo representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
El día de Navidad, las velas  son sustituidas por otras de color rojo que simboliza el espíritu festivo de la reunión familiar. En el centro, se coloca una vela blanca o cirio simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe.
La luz de las velas simboliza la luz de Cristo que desde pequeños buscamos y que nos permite ver, tanto el mundo como nuestro interior. Como hemos comentado antes, cuatro domingos antes de la Navidad se enciende la primera vela. Cada domingo se enciende una vela más. El hecho de irlas prendiendo poco a poco nos recuerda cómo, conforme se acerca la luz, las tinieblas se van disipando, de la misma forma que conforme se acerca la llegada de Jesucristo, que es luz para nuestra vida, se debe ir esfumando el reinado del pecado sobre la tierra. La luz de la vela blanca o del cirio que se enciende durante la Nochebuena nos recuerda que Cristo es la Luz del mundo. El brillo de la luz de esa vela blanca en Navidad, nos recuerda cómo en la plenitud de los tiempos se cumple el "Adviento del Señor".